Trémula y fría soledad de la espera,
con semblante de mujer enamorada;
nerviosa, buscando algo que la cubriera,
que tapara su emoción incontrolada.
Había llegado el esperado día;
se sentía distinta, de otra manera.
Era un día hermoso, pleno de alegría,
para ella era como un sueño, una quimera.
A pesar de que apenas la conocía,
algo me impulsó que yo la descubriera,
que viera su mirada por vez primera,
como quien deslumbra una ilusión tardía.
Desde ese mismo instante, ese mismo día,
un nuevo rumbo tomaron nuestras vidas,
emanando un gran amor en rebeldía,
con trabas, pegas, con idas y venidas.
Estando en nuestra adolescente agonía,
esa tarde perdimos noción del tiempo;
presagio, de nuestra buena sintonía.
Autor:
©José Manuel Rodríguez
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